La inteligencia Espiritual no significa ser religioso. Una persona puede no serlo y ser agnóstica o atea y tener una alta inteligencia espiritual.
A mí, creyente de Dios, me ha encantado este concepto para apoyar a mis clientes y a las personas que confían en nosotros, para caminar con ellos en el proceso de transformación cualquiera que sea, ya que cuando ésta se ejerce, se practica valores que nos permiten asumir la vida con una responsabilidad, menos egoísta y más en función de la sociedad.
Robert Emmons, psicólogo de la Universidad de California, al admitir que es ésta otra de las inteligencias necesarias para el liderazgo, admite la composición de la misma en 4 componentes:
1) La capacidad para trascender lo físico y lo material
2) La capacidad para utilizar recursos espirituales y para solucionar problemas
3) La capacidad para experimentar estados de conciencia elevados
4) La capacidad de ser inspirado por visiones y valores
Davis –Lockwood caracterizó por su parte, la inteligencia espiritual como esa inteligencia que nos aporta valor en los momentos de dolor y nos ayuda a trascender el mismo; también como esa capacidad de visionar el futuro con optimismo y coraje para asumir retos y lograr el futuro; como la renuncia a causar daño; igualmente como la actitud de cumplir un propósito que aporte a la sociedad y la elevada conciencia del SER.
Yo agregaría a esta definición la capacidad para ser la mejor versión de uno mismo, sin mentir y siendo auténtico, sirviendo a otros y recibiendo de la vida lo que nos da a manos llenas cada día.
Es esa actitud de no criticar y mucho menos juzgar, es dar lo mejor de nosotros mismos en todo lo que hacemos sin queja, ni pereza; es vivir en abundancia a pesar de las crisis y la volatilidad del negocio, es amar con intensidad lo que hacemos y a quienes están cerca.
Es Ser para el Hacer.
María Reina “Del SER para el HACER”
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