La pandemia nos obligó a salir del piloto automático por la evolución acelerada de nuestro modo de hacer las cosas
Este ejercicio de permanecer en cuarentena nos llevó a encontramos, a entender el valor de las relaciones y la importancia de la afiliación y del calor humano. Es como si en nuestro modelo de conciencia, regresáramos al nivel 3 de las relaciones y nos moviéramos a un nivel 6, el de trabajar hacia el bien común.
Nada va a ser igual que antes, es la realidad, y en éste nuevo escenario como en aquel que retornemos al salir de casa, la práctica de Meditación es un hábito muy recomendado.
La Meditación nos desacelera, nos conecta con nuestro ser y así con otros, desarrollando un bien-estar tan increíble que amplifica la contribución.
La Meditación significa tener conciencia plena del momento presente (mindfulness), silenciar nuestro ego y elevar nuestra mente a la divinidad o al universo para sentir una inmensa dicha desde el Ser para el Hacer. Es incrementar nuestra inteligencia espiritual que alienta nuestro cuerpo al reparar y alimentar nuestra alma para agradecer.
La meditación, más profundo que el mindfulness, es para mí el silencio en torno a nuestras creencias y a nuestros valores. Es la conexión infinita con la Divinidad o con el Universo. Es el encuentro con uno mismo, con nuestra expresión de gratitud de lo que se es y se tiene. Es un ejercicio que potencializa nuestro ser y nuestras habilidades porque su práctica nos genera un sentimiento de Bien-estar único. Significa ello que con unos poco minutos de silencio y respiración incrementamos nuestro rendimiento, agilizamos nuestra mente, relajamos el cuerpo y brotamos en bien-estar.
Es una de las técnicas para abordar el estrés y ahora la cuarentena. Mejora la calidad de vida, la productividad y la conexión.
En nuestra presente realidad, recomendamos a nuestra comunidad combinar esta práctica con los programas de desarrollo organizacional y de bien-estar en sus empresas, en sus hogares, en sus salas de estudio. Luego de la pandemia, estamos seguros, seremos más conscientes de nuestros hábitos y al aprender a combinar la conectividad con nuestro ser. Quizás logremos la “mejor versión de nosotros mismos” y logremos potencializar la luz que todos los seres humanos tenemos para dar al mundo y compartir con otros.
Con cariño,
María Reina
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