Cuando pienso en mi vida, siento una gratitud infinita, que surge de la plenitud. Haber encontrado mi propósito de vida y vivir en coherencia, siempre de la mano de Dios, lo que hoy comprendí como el ejercicio de la inteligencia espiritual, lo considero el mayor motivo de felicidad, una bendición.
Siendo siempre tan emocional e intuitiva por mi nivel de “energía emocional o empatía”, afectó en alguna forma, mis relaciones en el principio de mi vida laboral y hoy después de entender hace 10 años gracias a BIRKMAN que por el contrario allí estaba mi fortaleza, inicie una carrera para ayudar a quien estuviera en mi camino a utilizar esa emociones como una columna vertebral para generar la innovación y la visión que requiere el Siglo XXI por una parte y hacer todo lo que estuviera de mi parte para reír y gestionar en oportunidades esas sensibilidades . Aprendí que ser exitosa no era suficiente, habría que ser luminosa y para ello, la inteligencia espiritual como el trabajo para un profundo “self awareness”, se convirtieron en la mejor herramienta para crecer y superar restricciones de mi parte y para enseñar a tantos a lograrlo, a través de un coaching integral y que parte de un análisis de conciencia y de la aceptación de que somos seres de luz.
La meditación en oración, los juegos, el yoga meditativo, como la tecnología que te ayuda a calmar y a respirar se hicieron parte de mis hábitos diarios.
El perdón, la gratitud, la humildad, la compasión empiezan a surgir como los valores primordiales de la vida en la conciencia permanente de ser la “mejor versión de mi misma”.
Es esta cruzada la que me lleva, a pesar de mis años, a seguir en el camino de dejar huella transformando vidas y replicando ese viaje en el que llevo transitando hace 10 años, en todos aquellos en que han sido parte de mi camino.
Mi vida de coach me obliga de manera especial y sublime a buscar dejar huella en las personas, que, como yo en el pasado, tienen miedo, no controlan sus emociones o se frenan por sus restricciones.
Vivir el presente es la regla de oro, y buscar cada día esos espacios de reflexión y de meditación es el motor del día.
Cristo se retiraba a orar, las organizaciones hoy generan espacios de respiración dirigida, la tecnología nos conecta para poder meditar y el coaching nos enseña a esto al menos en nuestra práctica. Buda llamó a estos momentos, el Vipassana, o esa capacidad de comprender cada momento como la realidad con su estricta verdad y nada más.
Cualquiera que sea el camino para superar los entornos tan difíciles de negocios, lo interesante es crear en las organizaciones esa capacidad de a) vivir en coherencia, b) unir la práctica de inteligencia espiritual a las otras inteligencias, c) promover esos valores superiores en la cultura de colaboración y vivir con propósito d) gamificar para resolver restricciones y e) conocer en 360ª a cada uno de sus colaboradores y apoyar a cada quien a ser su mejor versión.
María Reina “Del SER para el HACER”
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