Hacía falta en la ecuación del liderazgo, el factor espiritual, tema que para muchas organizaciones sigue siendo un estigma o tabú, dado a que se confunde el término espiritual con las creencias y con la religión.
La inteligencia espiritual, SQ, definida como la «habilidad de actuar con compasión y sabiduría, frente a cualquier situación» por Cindy Wigglesworth, va más allá de los parámetros de la religión que profesamos o que nos inculcaron en la infancia como parte de nuestro programa de vida.
Se relaciona, para mí, con la Fe y con esa conexión con la divinidad que nos transmite paz, tranquilidad y una altísima esperanza. Una conexión tan fuerte con ese Ser superior o la naturaleza, en mi caso con Dios, que genera una profunda satisfacción y entusiasmo, aún en los eventos adversos.
Este componente espiritual lo entiendo como la expresión del ser a plenitud, esa conciencia presente de lo que somos y hacemos para ser la mejor versión de nosotros mismos y dejar huella en cada circunstancia y con cada quien que se cruza en el camino. Es como una tercera vía, para avanzar en la trascendencia en cualquier entorno en la sociedad, en el ambiente, en la familia, y en las organizaciones.
El componente espiritual nos lleva a ser coherentes entre el SER y HACER, a superar nuestras restricciones, a gestionar nuestras emociones, a ejercer la empatía y la compasión en nuestra práctica diaria. Nos exige la expansión de la conciencia, al reconocer lo que somos, al aceptar con amor nuestra naturaleza, nuestro Ser, nuestro Yo y Ego, a no juzgar a los demás y mucho menos a generar conceptos o percepciones falsas o que no corresponden a la realidad.
La inteligencia espiritual (SQ), es una inteligencia superior que supera la inteligencia emocional y por supuesto la inteligencia cognitiva, que se surte de ellas para desarrollar con apertura, ese camino que se logra de la experiencia, del aprendizaje continuo, del autoconocimiento, del crecimiento en los niveles de conciencia, de la aceptación y de las crisis.
Ese amor por la vida, esa actitud optimista y ese bienestar que se percibe en algunos seres humanos son consecuencias de la inteligencia espiritual.
La inteligencia espiritual nos ayuda a capotear el entorno Iceberg nos reduce la ansiedad y frente a la incertidumbre, nos conecta desde el “ser” para el hacer
Robert Emmons, psicólogo de la Universidad de California, al admitir que es ésta otra de las inteligencias necesarias para el liderazgo, admite la composición de la misma en 4 componentes:
- La capacidad para trascender lo físico y lo material
- La capacidad para utilizar recursos espirituales y para solucionar problemas
- La capacidad para experimentar estados de conciencia elevados
- La capacidad de ser inspirado por visiones y valores
Davis –Lockwood caracterizó por su parte, la inteligencia espiritual como esa inteligencia que nos aporta valor en los momentos de dolor y nos ayuda a trascender el mismo; también como esa capacidad de visionar el futuro con optimismo y coraje para asumir retos y lograr el futuro; como la renuncia a causar daño; igualmente como la actitud de cumplir un propósito que aporte a la sociedad y la elevada conciencia del SER.
La inteligencia Espiritual no significa ser religioso. Una persona puede no serlo y ser agnóstica o atea y tener una alta inteligencia espiritual.
A mí, creyente de Dios, me ha encantado este concepto para apoyar a mis clientes y a las personas que confían en nosotros, para caminar con ellos en el proceso de transformación cualquiera que sea, ya que cuando ésta se ejerce, se practica valores que nos permiten asumir la vida con una responsabilidad, menos egoísta y más en función de la sociedad.
Así que SQ puede entenderse como la capacidad para ser coherente en el Hacer, en no mentir y ser auténtico, sirviendo a otros y recibiendo de la vida lo que nos da a manos llenas cada día , actitud para un líder quien influencia en otros.
Estoy segura que cuando logramos integrar a nuestro ejercicio de liderazgo, esta conciencia superior y espiritual que deriva del ejercicio de la compasión, de la humildad y de virtudes superiores, el resultado será de productividad, de bien-estar, de satisfacción, de motivación, de alineación con un propósito y en especial de impacto positivo a la sociedad.
Maria
María Reina Consultores
“del SER para el HACER”
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