«No hay nada que puedas ver que no sea una flor; no hay nada que puedas pensar que no se la luna». Matsuo Basho.
El GWS (Global Wellness Summit) definió como tendencias del bienestar para el año 2024, en el foro anual de noviembre del 2023, dos temas que abordó a continuación: el contacto con los entornos naturales, ojalá en grupos, y el resurgimiento de la vida espiritual.
Los baños de bosque conocidos como “shinrin-yoku” [1], una práctica que viene del Japón, hace parte de éstas tendencias, buscan lograr la armonía entre el hacer y el ser á través del entorno natural. Una jornada entre los árboles, o en la naturaleza, significa un baño de bien-estar, [2] de salud, de recuperación, para lograr disminuir la ansiedad, el desasosiego, y generar sensaciones positivas que deriven en efectos curativos sobre el organismo, fortaleciendo el sistema inmunológico.
Un baño de bosque es un regalo para el alma, para lograr que el cuerpo, la mente y el espíritu se conecten mediante al sabor de la naturaleza y la esencia de la misma. Permite avanzar también en esa riqueza del espíritu y esa sensación de paz que brinda el observar la magnanimidad del entorno.
Nada es más reconfortante que levantarse con el sonido de los pájaros y el olor natural de los árboles. Nada es tan agradable que el caminar en silencio de manera pausada mientras se admira la copa de los árboles, las hojas, o una caída natural de agua.
El bienestar de los colaboradores es una de las preocupaciones de los gerentes de empresa frente al reto del año de ser eficiente, incrementar la productividad e implementar la inteligencia artificial.
El bienestar aborda este año, el tema de la soledad por su repercusión en las emociones, en la colaboración y en el trabajo en equipo. Es evidente como lo mencionan varias fuentes médicas que las enfermedades mentales se incrementaron con la pandemia, el modelo de trabajo híbrido y por la influencia diaria de las redes sociales [3].
Otra de las tendencias del bien-estar, para el año, es la conexión espiritual de cada individuo, el cual no necesariamente significa practicar una religión.
Una persona puede ser agnóstica o atea y tener una alta inteligencia espiritual.
A mí, creyente de Dios, me ha encantado este concepto para apoyar a quienes confían en nosotros, para caminar con ellos en el proceso de transformación cualquiera que sea su vinculación religiosa, ya que cuando ésta existe, se practican valores que nos permiten asumir la vida con una responsabilidad genuina, con un sentimiento genuino de colaboración, sin egoísmo o ánimo de sobresalir de manera individual y para el caminar hacia la abundancia colectiva.
El entorno del año económico, social, ambiental y político nos genera incertidumbre, temor y es allí donde la riqueza espiritual actúa, nos mantiene fortalecidos.
Las revistas de Neurosciencia declaran que las personas que tienen “la fé” experimentan niveles altos de bienestar psicológico y de un entusiasmo motivador. La certeza de un Dios superior o de alguien en quien depositar las preocupaciones y las alegrías, en mi caso Dios, tranquiliza.
Robert Emmons, psicólogo de la Universidad de California, define la inteligencia espiritual como otra de las inteligencias necesarias para el liderazgo, y tiene que ver con:
- La capacidad para trascender lo físico y lo material.
- La capacidad para utilizar recursos espirituales y para solucionar problemas.
- La capacidad para experimentar estados de conciencia elevados.
- La capacidad de ser inspirado por visiones y valores.
Davis –Lockwood caracterizó por su parte, la inteligencia espiritual como esa inteligencia que nos aporta valor en los momentos de dolor y nos ayuda a trascender el mismo; también como esa capacidad de visionar el futuro con optimismo y coraje para asumir retos y lograr el futuro; como la renuncia a causar daño; igualmente como la actitud de cumplir un propósito que aporte a la sociedad y la elevada conciencia del SER.
Yo agregaría a esta definición la capacidad para ser coherente en el Hacer, en no mentir y ser auténtico, sirviendo a otros y recibiendo de la vida lo que nos da a manos llenas cada día.
Es esa actitud de no criticar y mucho menos juzgar, es ser y dejar hacer, es la alegría en todo lo que hacemos sin queja, ni pereza; es vivir en abundancia a pesar de las crisis y la volatilidad del negocio, es amar con intensidad lo que hacemos y a quienes están cerca.
Así las cosas,como compañías y como individuos el reto del año, estrabajar en nuestro bien-estar conectando el alma,con la mente , el cuerpo, el corazón, de tal forma que el SER,en coherencia con el HACER, logre retos en virtud del propósito y genere abundancia compartida.
Los invitamos al Bosque, vamos a Payandé.
Con cariño,
María
[1] Forest Bathing, M. Amos Clifford,
[2] Alejandro Jadad y su definición de bien-estar
[3] https://www.nytimes.com/2024/02/05/well/mind/outdoor-therapy-depression-anxiety.html
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