Los maestros en el arte de vivir no hacen distinción alguna entre su trabajo y su diversión, sus esfuerzos y sus momentos de ocio, sus mentes y sus cuerpos, su información, su esparcimiento, su amor y su religión. Apenas diferencian una cosa de otra; se limitan a perseguir su visión de excelencia en todo cuando hacen, dejando para otros la tarea de decidir si trabajan o juegan.
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