Abraham, Sensei, ya estás en el cielo, al lado de mi Padre, rey del Universo, te extraño mucho, pero sé que desde el cielo sabes cada día de mí, y de todos quienes fuimos tus alumnos.
Dejaste una huella profunda en mi vida y en la de muchos… te hablo de la mía y lo feliz que soy haciendo lo que hago. Encontrarme para apoyar a otros a encontrarse genera un placer infinito y espero cada día hacerlo mejor, para ello me preparo de la mano de Dios.
Nos dijimos tantas cosas y todo lo que nos faltó. Sin embargo tus palabras están en mí, las repito en mis presentaciones y han sido una fuerte de inspiración para buscar más conocimiento.
Nunca pudiste visitar a mi pequeño paraíso Payandé, pero ahora estás en el mejor de todos, y tranquilo de tu dolencia.
Pocas veces se tiene un amigo como lo que fuiste, Gracias Abraham Romo García.
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